jueves, 24 de noviembre de 2011
Que nunca se repita.
El
olvido es el disparo a la conciencia. La memoria es el final de la inocencia. Soplen
fuerte para generar un viento que no deje que se eclipsen los recuerdos. Traigo
leña para que no muera un fuego que no quiere contemplarnos como ciegos. Porque
nunca se me va a curar la herida de haber visto cómo se me iba la vida. No
omitamos que esa noche de Diciembre, almas púberes en busca de la gloria, se
encontraban cara a cara con la muerte a raíz de una vorágine traidora. Que me
devuelvan las sonrisas espontáneas, que yo a cambio puedo dar mi escepticismo. Que
es aquel que ha de surgir en la desgracia de sentirse un ingenuo desprotegido. Y
que el futuro sólo sea lo que viene y no aquel karma que a mi pánico
entretiene. Por las noches, en la cama, no estoy solo, pues la culpa es inquilina
en mis entrañas. Cuando, en realidad, los dueños de este dolor, son políticos
de la peor calaña. Pareciera que no ha servido de nada. Sólo hay padres que no
pierden la esperanza de acabar la impunidad que es promotora, de una rabia que
no da misericordia. Que lo escuchen los que creen que en su vida, nunca pagarán
los costos que le implican. Que se olviden de su intrépida malicia. Y que
nunca, que nunca se repita. Que nunca, pero nunca se repita. Que nunca, pero
nunca, nunca se repita. Que me devuelvan las sonrisas espontáneas, que yo a cambio,
puedo dar mi escepticismo. Que es aquel que ha de surgir en la desgracia de sentirse
un ingenuo desprotegido. Y que el futuro sólo sea incertidumbre y no la lumbre
que amplifique así mis miedos. Reintégrenme el color que habitaba en los
sueños, yo puedo dar un centenar de pesadillas. Que son aquellas que dan luz a
mi desdeño, y quieren empujar un sol que trastabilla. Y que el futuro sólo sea
incertidumbre y no la lumbre que amplifique así mi miedo, y no la nube que me
impida ver el cielo.