Ahora
que nos besamos tan despacio, ahora que aprendo bailes de
salón, ahora que una pensión es un
palacio, donde nunca falta espacio, para más de un
corazón. Ahora que las floristas me saludan, ahora que me
doctoro en lencería, ahora que te desnudo y me desnudas, y, en
la estación de las dudas, muere un tren de cercanías. Ahora que nos
quedamos en la cama, lunes, martes y fiestas de guardar. Ahora que no me
acuerdo del pijama, ni recorto el crucigrama, ni me mato si te vas. Ahora
que tengo un alma, que no tenía. Ahora que suenan palmas,
por alegrías. Ahora que nada es sagrado ni, sobre
mojado, llueve todavía. Ahora que hacemos olas por
incordiar. Ahora que está tan sola, la soledad. Ahora que, todos los
cuentos, parecen el cuento de nunca empezar. Ahora que ponnos
otra y qué se debe, ahora que el mundo está recién pintado, ahora que
las tormentas son tan breves y los duelos no se atreven a
dolernos demasiado. Ahora que está tan lejos el olvido, ahora
que me perfumo cada día, ahora que, sin saber, hemos
sabido querernos, como es debido, sin querernos todavía. Ahora que se
atropellan las semanas, fugaces, como estrellas de Bagdad, ahora que,
casi siempre, tengo ganas de trepar a tu ventana y quitarme
el antifaz. Ahora que los sentidos sienten sin miedo, ahora
que me despido, pero me quedo. Ahora que tocan los ojos, que miran
las bocas, que gritan los dedos. Ahora que no hay vacunas, ni
letanías. Ahora que está en la luna, la policía. Ahora que explotan
los coches, que sueño de noche, que duermo de
día. Ahora que no te escribo cuando me voy. Ahora que estoy más
vivo de lo que estoy. Ahora que nada es
urgente, que todo es presente, que hay pan para hoy. Ahora
que no te pido lo que me das. Ahora que no me mido con los
demás. Ahora que, todos los cuentos, parecen el
cuento de nunca empezar.