Se crió pensando que la vida se inventó para la gente. Siempre tuvo un sueño y decidió que debería ser realidad. Se puso las botas, la guitarra, un cacho de pan y un grito fuerte: “Soy de villa trapo y cantador y es lo que te voy a ladrar”. Se fue de su pueblo derechito a la ciudad, iba como un rayo y no paró ni pa’ mear. Llegando a destino sonrió por la emoción "Ya nadie me para, en esta vida mi futuro lo hago yo”. Que soy un cantador. Se encontró a la gente que pensó que su locura era perfecta. Ya no le cabía la verdad de lo que nunca se probó, hicieron la banda que intentó ponerle fin a lo de siempre, hablaba de todo lo que pasa, que vendrá y lo que pasó. Primero fue un palo contra toda explotación, luego dieron otro contra toda humillación. Ya no le importaba lo que piensen los demás, ni las consecuencias de la vida que eligió para pelear, y algo para molestar. Se empezó a ver que ahora eran más, nadie del barco quiso bajar. Y se sintió que iba a estallar algo en el centro de la ciudad está de más, y algo para molestar. Sólo pretendía compartir lo que tenía en la cabeza, era una maldita conveniencia que de arriba se asomó, le cayó la boca como a todos los que quieren gritar fuerte, pero no pudieron porque el pueblo con su eco se quedó. El país cantaba lo que el tipo les dejó, todas sus canciones y ninguna se olvidó. Los que lo callaron se empezaron a asustar, más vale estar poco en esta vida que durar sin protestar, y algo para empezar.