jueves, 19 de mayo de 2011
A la orilla de la chimenea.
Puedo ponerme cursi y decir que tus labios me saben igual que los labios que beso en mis sueños, puedo ponerme triste y decir que me basta con ser tu enemigo, tu todo, tu esclavo, tu fiebre, tu dueño. Y si quieres también puedo ser tu estación y tu tren, tu mal y tu bien, tu pan y tu vino, tu pecado, tu Dios, tu asesino. O tal vez esa sombra que se tumba a tu lado en la alfombra a la orilla de la chimenea, a esperar que suba la marea. Puedo ponerme humilde y decir que no soy el mejor, que me falta valor para atarte a mi cama. Puedo ponerme digno y decir 'toma mi dirección, cuando te hartes de amores baratos, de un rato me llamas'. Y si quieres también puedo ser tu trapecio y tu red, tu adiós y tu ven, tu manta y tu frío, tu resaca, tu lunes, tu hastío. O tal vez esa sombra que se tumba a tu lado en la alfombra a la orilla de la chimenea, a esperar que suba la marea. O tal vez ese viento que te arranca del aburrimiento y te deja abrazada a una duda, en mitad de la calle y desnuda. O tal vez esa sombra que se tumba a tu lado en la alfombra a la orilla de la chimenea, a esperar.