¿Quién sabe?
Un umbral perdido, y aquel bar medio vacío, como único testigo. Brindamos por el olvido, y el espíritu del vino, se fue haciendo nuestro amigo. Con el corazón en llanta, nada mejor que tu lengua, abrigando mi garganta. Y conga, conga, conga. Y que siga la milonga, amor. Que el mozo traiga otra ronda y que pague Dios.